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A través de la década perdida y el sintoísmo: cómo August in the Water le dio identidad a la incertidumbre

Entender la década de los 90 en Japón es contextualizar retazos culturales y sociales que emergieron desde el seno de lo real. Es hablar de un país asfixiándose en expectativas que no se cumplieron con el peso de lo que pudo ser y con el anhelo de lo que no será, pero también de la llamada década perdida o ushinawareta jūnen (失われた10年), que devino del colapso de la burbuja económica de los años 80, cortando con el optimismo imperante y llenando de incertidumbre un mundo de certezas en el que los japoneses habían crecido. A este advenimiento caótico silencioso y paulatino hay que agregarle un deterioro psicológico que se vio plasmado luego del terremoto de Kobe de 1995 y el ataque con gas sarín en el metro de Tokyō del mismo año. La inquietud se transformó también en inestabilidad, lo que a la larga repercutió en un sentido de alienación y en una necesidad de escapismo. Los jóvenes se hallaron sin rumbo, en un mundo que cuestionaba el tradicionalismo y los obligaba a sostener nuevas identidades que asumieran lo que Japón debía ser, sin perder de vista una esencia milenaria que las presiones sociales los empujaban a preservar.

En este contexto, también movido por el avance del internet y el futuro cambio de milenio, fue que nacieron obras que le dieron voz a esta suerte de existencialismo social, y representaron a través de imágenes y temáticas una necesidad de expresión y desahogo para esta realidad, a la vez que velaban por un renacimiento individual y colectivo de cara al futuro.

En 1995 Gakuryū Ishii dirigiría la brillante August in the Water, en la que retrataría, ciencia ficción mediante, la contraposición entre lo moderno y lo tradicional, la reivindicación de lo ecológico como fuente de vida y la unión sensitiva que podemos tener con el entorno como individuos para rescatar la comunidad a través de nuestros pequeños actos.

En la cinta, la protagonista Izumi es una hábil nadadora que se muda al barrio de Hakata en Fukuoka. Luego de un accidente en un torneo, en el que siente que el agua se transforma en piedra al lanzarse, es ingresada en un hospital y al despertar comienza a tener una conexión profunda con la naturaleza. Ishii juega mucho con la idea del agua a lo largo de todo el film, dándole valor a ese mundo animista propio del sintoísmo. No sólo es el agua como materia, es el color azul como un estado pacífico en el que lo líquido se ve representado. Partiendo de las piscinas en las que Izumi compite, pasando por la lluvia o incluso mostrando la festividad veraniega de Hakata Gion Yamasaka, en la que se rocía con agua el suelo para que las carrozas tengan menos fricción (tradición que viene desde que un monje budista bendijo con agua las calles frente a una epidemia). En la cinta, una fuerte sequía atraviesa a la ciudad, en la que también una rara enfermedad convierte los órganos de algunas personas en piedra. La sequía, metafóricamente simboliza esa sequía espiritual en la que Japón se vio sumido en esta época, también el desequilibrio de la armonía natural movido por la incidencia de fenómenos naturales. Algo que, a priori, resuena con cierta identidad histórica japonesa, que por condiciones naturales y geográficas se creó en una realidad cambiante y readaptable. Es sólo hasta que Izumi se entrega por completo al agua y a su purificación que comienza a llover y la sequía acaba. Esto es, el individuo como fuente de esperanza social, pero también el sacrificio como forma de crecimiento y sanación. Ya que fue su transformación, solitaria y alienante, la que le hizo resignar su vida en pos del bien común. Ishii nos dice de este modo que la transformación es individual, pero que esta inevitablemente va a afectar a lo colectivo.

En ese resignar hay otra dicotomía interesante: la del deber y la del deseo propio. Esto engloba una realidad propia del Japón de la posguerra, en la que la idea de valorar la armonía grupal por sobre el individuo (wa) se vio eclipsada por las libertades y el individualismo que trajo la influencia norteamericana. Así, el viaje de Izumi deja atrás un mundo de rigidez y cotidianidad y abraza su búsqueda personal y mística. La misma que, al igual que el concepto de wa, se reconvirtió con el tiempo y de un modo u otro, hizo que lo individual se volviera parte de lo colectivo. En la película, esta idea salva a la ciudad, ya que como decía antes, es el deseo del individuo lo que repercute en la comunidad. Pero, así y todo, lo individual también prevalece, ya que Izumi trasciende curiosamente a través del agua, cuando entra a un río en una noche de luna llena.

En cuanto al avance del internet y el cambio de milenio podemos categorizar a August in the Water dentro del género denpa (電波). Literalmente “ondas electromagnéticas”, el denpa engloba historias que a grandes rasgos postulan personajes que sufren algún tipo de desconexión con su normalidad y se entregan a experiencias de paranoia y misticismo que las aíslan de su entorno, al igual que Izumi en la película. Nacido de la cultura otaku, el denpa representó una idea de ansiedad social vista bajo el muen shakai, término que detalla el aislamiento cada vez más marcado en la sociedad. Obras como “Cure” de Kiyoshi Kurosawa, “Serial Experiments Lain” o bien “All About Lily-Chou Chou” de Shunji Iwai entran dentro de este género y contirubuyeron a seguir construyendo su imaginario visual. También hay una idea común en el denpa que August in the Water encapsula bien, que es la imagen de una chica cayendo de un lugar alto (en este caso el trampoín de una pileta). En este sentido lo ominoso, surrealista y ambiental del film captura esta estética con maestría, destacando la música onírica de Hiroyuki Onogawa. Allí donde el denpa hace énfasis en lo sensorial, la cinta crea una experiencia de ensoñación en la que podamos adentrarnos.

En conclusión, August in the Water representó con sus tópicos y detalles visuales una realidad social más profunda que aún repercute hasta nuestros días. Como producto de una época, trasladó un sentimiento japonés a través del arte y le puso palabras y simbolismos a una necesidad de liberación frente a la modernidad. Es en sus imágenes que podemos reflexionar y entender un contexto complejo y muchas veces reprimido, y, por qué no, capitalizar cierta esperanza de cara al futuro.

Nota: Fran Parisi @azylath
Imagen: sabukaru
Referencias:
Kenji The Engi. (2019, junio 29). On Denpa: A guest article by Kenji The Engi. On the Ones. https://ontheones.wordpress.com/2019/06/29/on-denpa-a-guest-article-by-kenji-the-engi/
Japan National Tourism Organization (JNTO). (n.d.). Tottori Sand Dunes Conan Park. Japan Travel. https://www.japan.travel/es/spot/269

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