La primera vez que escuché sobre este lugar fue por una historia que me contó mi tío, cuando me mostró una foto que encontró entre las cosas de mi abuelo.
En la foto aparece una mujer y su hijo sentados a una mesa tomando té. Atrás de la mujer se ve la cocina y atrás del muchacho hay una estantería con vajilla y algunos frascos. En la mesa hay una tetera de porcelana blanca, dos platos con masas que parecen de hojaldre y dos tazas transparentes con un poco de té. Si las tazas funcionaran como un reloj de arena, la cantidad de líquido que queda en las dos tazas revelaría que la merienda está próxima a terminar.
Del lado de la señora hay una caja grande de pañuelos de papel. La parte del pañuelo que sale de la abertura de la caja se ve volátil. No está apelmazado como llevando mucho tiempo ahí. La mujer sonríe. Por el esfuerzo muscular de la sonrisa, la piel del cuello se le pega a sus huesos y cartílagos. Le brillan los pómulos.
El muchacho también sonríe. Se llama Choyu, según dice en el reverso de la foto. Es hijo de un pariente lejano de mi abuelo. La historia que me contó mi tío es sobre el padre de Choyu. Sucede en Bolivia y en Argentina, algunos años después de la Batalla de Okinawa, pero mi tío no sabe dónde fue tomada la foto. De todas maneras, esta historia la contaré en otro momento. Ahora quiero hablar sobre la Okinawa de Bolivia:
La conocí el día 17 de agosto del 2024, cuando se celebraron los 70 años de las Colonias Okinawa en Santa Cruz de la Sierra, en los llanos orientales de Bolivia.
Santa Cruz es la ciudad más poblada del país, y si bien su configuración urbana responde a las ideas de planificación que acompañaron el crecimiento de la ciudades latinoamericanas después de la segunda guerra mundial, resulta peculiar porque su esquema radial con anillos concéntricos se mantuvo aun después del tremendo crecimiento urbano de fines del siglo, que multiplicó la cantidad de anillos concéntricos, que al principio eran cuatro y ahora son diez.
En ese momento se creía que podría haber una coexistencia pacífica entre peatones y autos, y las ciudades se planificaban a partir de una red vial jerárquica que nos regaló avenidas inmensas todas para los vehículos. Pero esta es una queja que expresaré en otro momento.
Plan regulador de Santa Cruz de la Sierra, Bolivia. Actualización para 1972. Urb. Fernando Prado Salmón.
El día de la celebración llegamos desde Santa Cruz, después de una hora y media por una ruta asfaltada, entre los humos por las quemas de campos para la producción de soja que se realizan al norte de Bolivia y en el Amazonas brasilero. Llegamos a la localidad Okinawa Uno, aunque los bolivianos la llaman simplemente “Okinawa”. Eran las 9 de la mañana, pero el sol ya calentaba como si fuera pleno mediodía. Como si fuera la Okinawa de Japón.
La idea de la inmigración a Bolivia nació cuando un grupo de inmigrantes okinawenses de preguerra instalados al norte de la Amazonía boliviana, en Riberalta, quisieron ayudar a sus compatriotas devastados por la guerra.
Mientras tanto en Okinawa en el año 1951, confiando en que la emigración a Bolivia reduciría el problema poblacional, ayudaría a la recuperación económica y calmaría la tensión causada por la ocupación estadounidense al terminar la guerra, la administración de Estados Unidos en las islas Ryūkyū encargó un informe sobre la historia de la migración okinawense a Latinoamérica a James Tigner, un investigador de la Universidad de Stanford. Tigner recorrió nueve países sudamericanos y en su informe señaló que a partir de los planes de reforma agraria en Bolivia y por la presencia de un grupo de inmigrantes japoneses establecidos en el área, las condiciones eran ideales para crear la colonia allí.
Uno de los informes de James Tigner, en el Museo Histórico de Okinawa
El plan de migración a Bolivia fue anunciado en Okinawa mediante boletines colocados en oficinas públicas y periódicos. En un mes se seleccionaron 400 finalistas entre unos 4.000 solicitantes y después de una serie de reuniones informativas los emigrantes partieron hacia Bolivia, llegando el 15 de agosto de 1954.
A menos de dos meses de haber llegado, apareció una epidemia desconocida y fallecieron 15 personas, por lo que decidieron trasladarse a Palometillas, y al recibir al tercer grupo de inmigrantes vieron que no podrían conseguir más espacio para recibir la cantidad de personas programada, por lo que decidieron nuevamente trasladarse y asentarse en lo que actualmente es la Colonia Okinawa. Más tarde la colonia se extendió con la fundación de Okinawa Dos y Okinawa Tres. En 10 años ingresó un total de 3.229 personas, pero las repetidas inundaciones y sequías hicieron que muchos abandonaran el lugar y se trasladaran a países vecinos.
Ubicación de las tres Colonias Okinawa
Quienes se quedaron superaron las dificultades y mediante el apoyo del gobierno japonés a través de JICA, la comunidad okinawense fue transformándose en una clase socioeconómica próspera hacia finales de la década de 1980 y ha venido contribuyendo al desarrollo agrícola de Bolivia, por lo que en 2002 fue nombrada Capital Triguera de Bolivia por el Ministerio de Agricultura.
Volviendo al día de la celebración, a minutos de haber llegado comenzó el acto memorial a los fallecidos frente al Monumento de los Difuntos, y después del acto central en el salón de la Asociación Boliviana Japonesa de Okinawa, almorzamos comida boliviana y okinawense mientras las presentaciones artísticas se sucedían una tras otra en el escenario. Fueron horas de saludos, abrazos y sonrisas entre locales y visitas, con los sonidos del sanshin envolviendo un espacio atemporal y sin señal telefónica. Fue como permanecer suspendidos entre la historia, la Okinawa de Japón y la América Latina de la diáspora okinawense.
Yo quería saber cómo era ese lugar donde había estado el padre de Choyu, antes de irse con su familia para Argentina. Entonces salí del salón para caminar por los alrededores.
Dentro del predio de la Asociación está el Museo Histórico de Okinawa. Tiene exhibiciones de fotos antiguas y muchos objetos traídos por los inmigrantes. Hay cucharas y tenedores con el sello de “U.S.” que se utilizaban en Okinawa bajo el dominio de Estados Unidos. También recipientes para hacer tortas, hechos con los restos de los aviones estallados durante la Batalla de Okinawa y hasta uniformes militares utilizados para protegerse del invierno frío de Bolivia, así como cajones de pólvora desechados por militares estadounidenses y reutilizados por los okinawenses como baúles.
Exhibición del Museo Histórico de Okinawa, en Okinawa 1
Exhibición del Museo Histórico de Okinawa, en Okinawa 1
Muchos inmigrantes habían sido repatriados después de la guerra, o habían sido soldados, como el padre de Choyu, tal como me contó mi tío. Resulta que el consulado japonés se había contactado con mi abuelo en Argentina para pedirle asistencia para un pariente lejano que vivía en Bolivia y necesitaba ayuda por una enfermedad muy grave. El hombre viajó a Buenos Aires porque le habían dicho que según el diagnóstico sólo podrían tratarlo allí. Cuando mi tío lo acompañó al médico vio que, al desnudarse el pariente, había sido herido en la guerra. El orificio de entrada estaba en el pecho y era redondo, pero el de salida había desgarrado todo y ocupaba la mitad de la espalda.
El médico le recetó un medicamento para hacer vahos, lo que ahora se conoce como nebulizaciones, me aclaró mi tío, quien a sus 16 años pensó que el remedio no iba a funcionar porque los vapores inhalados saldrían por el agujero del pecho, volvería a respirarlo y así hasta desistir. Sin que el medicamento hiciera efecto.
Pensaba en esta historia mientras caminaba hacia la plaza principal de Okinawa Uno, donde hay un monumento al presidente Víctor Paz Estenssoro, quien propició el proceso migratorio, y muchos bancos de plaza donde un grupo de adolescentes conversaba entre risas.
El pariente finalmente mejoró y se volvió a Bolivia. Mi tío no supo más nada de él. En esta historia pensaba mientras caminaba por las calles de tierra que alguna vez caminó mi pariente lejano.
En la sonrisa de parábola de la mujer de la foto.
Y en la risa del hijo con ápices redondeados como las hojas del ébano.
Pensé que quizás la foto había sido tomada por mi pariente cuando volvió a la Colonia, ya recuperado. Pensé en la franqueza de la sonrisa okinawense. Di la vuelta y volví al salón para seguir disfrutándola.
Y para escuchar y ver a mis amigos tocar el sanshin y bailar Eisa.
Al final terminé contando las dos historias en una.
Aunque pensándolo bien, de alguna forma intenté contar muchas más historias.
Texto: @oshiro_gio
Ph: Museo Histórico de Okinawa, Okinawa Uno.
Melina Gioia Oshiro nació en la Ciudad de Buenos Aires. Es nieta de una pareja formada por un inmigrante okinawense y una hija de inmigrantes italianos. Es Arquitecta egresada de la UBA y cuenta con estudios de Maestría en Gestión y Planificación del Transporte. Se desempeñó por más de doce años en el ámbito de la arquitectura y la planificación de la movilidad tanto a nivel nacional como internacional. Obtuvo el premio “Joven Destacado Nikkei 2022” en el área “Profesionales” de la “XXXVII Edición de los Premios Joven Destacado Nikkei 2022” otorgado por el Centro Nikkei Argentino. En el año 2023 viajó a Okinawa en el marco de una beca de capacitación para la sociedad nikkei otorgada por JICA. Actualmente se encuentra cursando el último año de la Tecnicatura en Cultura y Lengua Japonesa del Instituto Nichia Gakuin.