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La identidad y lo invisible: Desde El Viaje de Chihiro hasta el cine de Mikio Naruse.

Con motivo del reestreno de El Viaje de Chihiro en nuestro país me pareció interesante poder dialogar un poco con algunas de las lecturas que la narrativa de Miyazaki nos otorgó. En particular, me quedé pensando en el espacio en el que se construye la identidad en Chihiro y cómo esta se desprende de lo invisible, de lo no dicho, de lo evanescente. El crecimiento aquí, es un acto deliberado de matices y claroscuros que componen la esencia de la protagonista y, sobre todo, su reafirmación frente a la adultez, al mundo real y la asfixiante exigencia por pertenecer.

Lo invisible, entonces, no se compone solamente del mundo espiritual y del imaginario que lo rodea, sino que parte de la idea del nombre arrancado y de la memoria. Esta última, oculta en pequeñas sensaciones, construye el vínculo de Chihiro con Haku y, a pesar de que ella no lo entienda del todo hasta el final, reafirma quién va a ser de ahora en más. La madurez se engendra en la memoria, porque esta nos une con los demás, y también liga nuestra identidad porque está sujeta al nombre que llevamos y que engloba lo que somos. Tanto Sen como Chihiro son partes que, separadas por algunos kanjis, conforman el alma de quien porta esos nombres. No habría Sen sin Chihiro, pero al final, tampoco podría haber Chihiro sin Sen. Es doloroso, pero hablamos de un desprender para obtener, y más que nada, de un revalorizar el nombre para existir.

Ahora, es interesante notar cómo este eje temático sobre la construcción de lo identitario a través de lo invisible tiene un eco en un drama realista como lo es The Approach of Autumn (1960) de Mikio Naruse. Aquí conocemos la historia de Hideo, un niño que se muda del campo a Tokyō con su madre para vivir en la casa de sus tíos. Pronto ella se irá a trabajar y vivir en una posada, para luego escaparse con un cliente, dejando a su hijo solo en la ciudad. Allí su única compañía será Junko, una niña que le tomará cariño porque se verá reflejada en él, ya que también se siente sola y tiene una situación familiar disfuncional (la madre es la amante de un empresario del interior de Japón).

En esta cinta lo invisible se traslada en lo sutil, en las emociones no expresadas, en las uniones que se construyen en la soledad. Al igual que el vínculo entre Chihiro y Haku, aquí Hideo y Junko se reconocen en los gestos (de amabilidad y cercanía) y encuentran un sentido que los acerca a sí mismos a través de lo invisible. Lejos de una fantasía mitológica, Naruse configura el mundo adulto como un espacio hostil, de reglas definidas y repleto de disrupciones, al igual que Miyazaki en su película. En The Approach of Autumn vemos cómo la sociedad japonesa es atravesada por la posguerra y el advenimiento de la modernidad y del abandono de las tradiciones. Mientras que en El Viaje de Chihiro se plantea una situación similar luego de la crisis económica de los 90, en la que se han perdido ciertos valores, y ni siquiera los adultos pueden hacerse cargo del mundo que edificaron y que se les ha ido de las manos.

Para Miyazaki, es la juventud la única que puede lograr esa conexión con lo espiritual, mientras que para Naruse es la única que puede vincularse con lo humano. Quizás la visión de Miyazaki sea un poco más esperanzadora, ya que para Chihiro se abre un mundo de nuevas oportunidades con ese aprendizaje. En cambio, para Naruse, el futuro parece envuelto en un halo de nostalgia, y se resumen en la frase que le dicen a Hideo al final, cuando busca a Junko y ella ya se mudó: “Aquí ya no queda nadie”.

Por otro lado, la idea del “viaje” como tránsito hacia la madurez se ve reflejada en ambas cintas, también configurando la identidad en lo invisible. En Chihiro es el viaje metáforico por el mundo espiritual pero también el viaje literal que la protagonista efectúa hacia la casa de la bruja Zeniba. En ese sentido en The Approach of Autumn el viaje metafórico es el verano en sí, y todas las cosas que suceden, y finaliza con la llegada del otoño. Pero el viaje literal lo vemos cuando Hideo y Junko se escapan solos para conocer el mar.

Así, ambas historias finalizan con una sensación de añoranza, con ambos personajes mirando el mundo que los hizo crecer, sabiendo que hay partes de sí mismos que quedaron allí y no volverán. Para Hideo la gran ciudad sigue siendo un lugar vacío y solitario, pero al igual que para Chihiro ese lugar simboliza el dolor de crecer y de dejar detrás la infancia. Tal vez, una melancolía de cara a la adultez.

Por Fran Parisi
Imágenes: Mubi, IMDb


Sobre Fran Parisi                                                             

Nacido en 1997. Actualmente se encuentra estudiando la Tecnicatura Superior en Lengua y Cultura Japonesa en el Instituto Nichia Gakuin. Amante del cine asiático, y en particular del cine japonés, al cuál se acercó mediante las películas de Naomi Kawase y Yasujirō Ozu. Su interés por Japón nace desde pequeño gracias al anime y el manga, lo que sumado a su gusto por la lectura y escritura lo llevaron a querer escribir sobre ello. Algunos de sus directores japoneses preferidos son Kinuyo Tanaka, Hiroshi Shimizu y Naoko Ogigami.

 

 

Acerca de victoria nakazato


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