¿Qué es aquello que conforma lo japonés? Hay un mito estructural que recorre la identidad de Japón y es el de lo homogéneo, una búsqueda por estandarizar desde aspectos físicos hasta lógicas sociales de cara al interior del país (mediante un sistema de poder bien definido) y sobre todo de cara al mundo exterior. Esa mirada ajena que contempla una realidad regulada y funcional, pero que esconde en su vasta desmitificación una pluralidad que merece ser reivindicada, reconocida, hablada. Es la voz de un okinawense, la resistencia de un zainichi, la historicidad de un ainu o bien las luchas por ser parte de la inmensa inmigración, atada a una globalización avasallante y a una necesidad de trabajo.
Es, en otras palabras, un Japón que existe en la diversidad por más que el murmullo identitario se imponga como verdad fundacional. Detrás del discurso de la pureza, de los planteos esencialistas, siempre va a haber una identidad japonesa que se construya, no que exista sin matices previos bajo estereotipos fríamente calculados.
Es en este punto en el que una película como Happyend de Neo Sora abraza esta temática y la visibiliza, reivindicando con audacia un Japón multicultural como resistencia al imaginario colectivo. Situado en una distopía no tan lejana y reconocible, en la que la amenaza de un gran terremoto se planta como telón de fondo para hablar sobre las heridas coloniales, el control estatal y las formas de discriminación y exclusión, Happyend nos relata la historia de un grupo de amigos de secundaria, entre los que se encuentra un zainichi, un afrodescendiente y una chica de origen chino, entre otros, y de cómo se entrecruzan sus vínculos en una sociedad cada vez más radicalizada, donde el gobierno japonés aumenta su control por el temor existente al inminente desastre natural y cómo este se ve reflejado en la escuela en la que asisten, con un sistema de cámaras que busca custodiar y calificar.
Así como el Heike Monogatari inicia con la frase “En el sonido de la campana del monasterio de Gion resuena la caducidad de todas las cosas”, aquí el terremoto a suceder actúa como un eje simbólico para hablar sobre la impermanencia, la caducidad de un poder que el primer ministro no quiere otorgar es la excusa perfecta para vigilar y radicalizarse. Casi como un espejo del Gran Terremoto de Kantō de 1923, en el que luego se masacró a residentes coreanos tras culparlos por cometer supuestos robos y aprovecharse de la situación.
El director Neo Sora, hijo del músico Ryuichi Sakamoto y nacido en Nueva York y criado entre esta ciudad y Tokyō, aporta una mirada desde la experiencia y configura el ambiente de la película a través de una banda sonora maravillosa, con dejos techno, compuesta por Lia Ouyang Rusli. La música se vuelve una irreverente muestra de la rebeldía, del poder de la juventud y de la ruptura política con lo impuesto. Es mediante el baile liberador de estas raves que los uniformes escolares (quizás la faceta más visible de la búsqueda de lo homogéneo) se transforman en una contracultura que valoriza la identidad individual y las inquietudes de una juventud frente a un futuro incierto. El Japón que nos muestra Neo Sora es uno que se empeña en vigilar y proteger sus bordes en pos de preservar una identidad central ficticia, pero son los jóvenes aquellos que buscan escapar constantemente de ese relato para construirse a sí mismos.
Según palabras de Neo Sora: “Al reflexionar sobre las razones de tanta xenofobia y racismo en Japón, llegué a la conclusión, tras investigar, de que se debe a que Japón no ha reflexionado realmente sobre su pasado colonial”. Happyend es, sin embargo, también una cuota de esperanza y humanidad que descansa en los jóvenes. Es, a pesar de que el título sea irónico, un final abierto para que pueda existir ese espíritu de empatía que aún persiste, de cara al futuro, en el corazón de aquellas personas que buscan cambiar una realidad muchas veces amenazante.
Por Fran Parisi
Imágenes: Fran Parisi, Kai Fong, IMDb, Variety
Sobre Fran Parisi 
Nacido en 1997. Actualmente se encuentra estudiando la Tecnicatura Superior en Lengua y Cultura Japonesa en el Instituto Nichia Gakuin. Amante del cine asiático, y en particular del cine japonés, al cuál se acercó mediante las películas de Naomi Kawase y Yasujirō Ozu. Su interés por Japón nace desde pequeño gracias al anime y el manga, lo que sumado a su gusto por la lectura y escritura lo llevaron a querer escribir sobre ello. Algunos de sus directores japoneses preferidos son Kinuyo Tanaka, Hiroshi Shimizu y Naoko Ogigami.
Referencias:
Cita de entrevista a Neo Sora: https://variety.com/2025/film/news/neo-sora-happyend-interview-1236338227/
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