En la tercera parte de esta serie de notas sobre la situación laboral de la mujer, recorremos la historia de Japón para saber cómo se ha llegado hasta la idea predeominante de lo femenino en este país.
En octubre de 2014 conocimos los datos que mostraban el notablemente bajo porcentaje de participación en puestos decisivos en corporaciones y en la administración pública. En la edición siguiente, vimos algunos ejemplos concretos de discriminación hacia la mujer en Japón. En este artículo queremos darles un contexto histórico sobre cómo se llegó a este modelo de diferenciación de género.
Eras Edo y Meiji
En el trabajo de investigación titulado “Female Workers in Japan: Opportunities & Challenges” de Koshal, Yamada y otros, citan en primer término a la ley promulgada por Ieyasu Tokugawa (regente de la era Edo, 1600 – 1867) que impedía a las mujeres involucrarse en distintas actividades y mantenerlas ignorantes. Aunque hubo mujeres guerreras, en la sociedad regida por el “bushido”, los hombres preferían mantener al género femenino fuera del ámbito académico, literario, cultural y recluirlo dentro de la casa.
Según el artículo de Laura al que nos venimos refiriendo en las notas anteriores, “con la Restauración de Meiji (1868 – 1915) la mujer consiguió la igualdad legal con el hombre y el pleno acceso a la educación”, pero la política militarista y luego el capitalismo de posguerra mundial, generaría una nueva “sociedad masculina”.
La preferencia por este tipo de sociedad se debe al predominio ideológico del “esencialismo biológico”, escriben Koshal y Yamada en su trabajo y esto se refiere a que las diferencias naturales entre los géneros confieren diferentes roles sociales a cada uno. De esta forma, las mujeres que son quienes pueden dar a luz son las responsables de la crianza de los hijos, mientras que los hombres solamente deben proveer al sustento económico.
Siglo XX
Ya entrado el siglo 20, el evento clave fue la derrota japonesa en la Guerra del Pacífico y la posterior ocupación aliada. Sus importantes consecuencias perviven hoy en día y definieron marcadamente las características de la sociedad japonesa moderna. La necesidad imperiosa de dejar atrás ese pasado militarista y abocarse a la reconstrucción y a ser un país mejor, hizo que los japoneses se sumergieran en el capitalismo y sus ideales a costa de sus propias vidas.
La fórmula de que las empresas y corporaciones serían la salvación y el renacimiento japonés, coincidió y reforzó aún más el tipo de sociedad “centrada en el hombre”. La empresa pasa a ser la gran familia que velaría por el trabajo de por vida del hombre, permitiría a la mujer dedicarse exclusivamente a la casa, les aseguraría hasta la escolaridad y la salud de sus hijos. Pero para ello, la compañía exigiría, ni más ni menos, que fidelidad absoluta del trabajador, tanto dentro como fuera del lugar y el horario de trabajo.
De la mujer, por su parte, se esperaba que trabajara un par de años hasta casarse, formar la familia y eventualmente renunciar para dedicarse a la crianza de sus hijos. Este modelo empresarial y familiar les funcionó porque lograron ser la primera potencia mundial, superando a sus vencedores en el conflicto bélico que querían dejar atrás.
Es por esta actitud centrada en la empresa, lo que hace que sea muy difícil para la mujer participar activamente. Las mujeres japonesas que quieren una carrera profesional, se encuentran con un rígido horario laboral que no se adapta a las demandas familiares, además de que desanima a aquellas que tengan ambiciones profesionales de casarse y tener hijos.
Y tampoco es justo con los hombres quienes en momentos en que este modelo ya no los necesita más, los descarta y los lleva a perder la vida solamente porque no pueden cumplir con el rol tan ajustado que les ha encargado la sociedad japonesa actual.