El lunes 13 de noviembre la Prof. Marta Pena de Matsushita brindó una charla en el Centro Universitario de Idiomas (CUI) invitando al público a conocer la temática de sus tres libros y reflexionar sobre su contenido.
La Dra. Pena de Matsushita nació en Mendoza, Argentina, pero hace unos 30 años que vive en Japón. Teniendo un dominio del idioma japonés y con su español nativo, se ha desarrollado en la docencia universitaria y en la investigación del pensamiento político latinoamericano, así como también en temas de sociedad y cultura latinoamericana. Actualmente se desempeña como Profesora de la Universidad de Doshisha (Kyoto).
En su obra “La cultura de Japón” (2011) afirma que nunca intentó ser una japonesa, sino que es una “argentina tratando de ser ella misma, abierta a adaptarse en lo necesario”. Con su esposo japonés tiene dos hijos nacidos y educados en Japón, por lo que también comentó los desafíos como madre en ese país. Sus reflexiones son más que enriquecedoras, teniendo en cuenta sus vivencias de más de 30 años como extranjera, como madre, y como esposa en Nihon.
Los tres libros sobre los que habló en la charla fueron “Dos forjadores de la modernidad: Sarmiento y Fukuzawa”, “Modernidad y Modernización en Argentina, Japón, Rusia y Turquía” y “La cultura de Japón”.
El interés para escribir la primera obra fue el análisis comparativo entre Sarmiento (1811-1888) y Fukuzawa (1835-1901), como hombres representativos de la modernización de Argentina y Japón, respectivamente.
En la segunda obra analizó los procesos de modernización de esos cuatro países, incluyendo a Japón y Argentina, y que a futuro derivará en su tercer libro, donde pondrá foco en la cultura de Japón.
“Japón tiene enormes méritos y muchas cosas que hacen agradable la vida, pero también tiene cosas que son muy duras y que no cualquiera soportaría”, comenta. Las muertes por exceso de trabajo, las altas cifras de suicido de jóvenes, son algunos de los ejemplos que se comenta en la obra. Allí se busca hablar del “Japón real”, con “mucho que enseñar y mucho que aprender”, como cualquier otro país.
En esta última obra se identifican dos grandes mitos, entendiendo a los mismos como “ideas que se implantan en una sociedad a través de la educación y obedeciendo a propósitos muy concretos, como también a necesidades políticas y económicas, que condicionan la mentalidad, el accionar, y la manera de relacionarse de la gente”, en palabras de la investigadora.
El primer gran mito es el de Japón como una sociedad homogénea y única, que se relaciona con la “singularidad de Japón”, como un país de carácter distinto al de otros países. Es difícil asumir o afirmar que TODOS los japoneses actúan, sienten y piensan de la misma manera, pero este mito ayuda a entender muchas cosas de la sociedad y su cultura, como destaca Marta de Matsushita durante la charla.
A lo que agrega que los japoneses mismos se consideran diferentes al “resto” en muchos aspectos, como en el caso del tratamiento con el extranjero, algo que también menciona en su obra “La cultura de Japón”:
“La idea de la homogeneidad encuentra su complemento inseparable en la afirmación de lo único de la cultura y la sociedad japonesa. Es esta convicción la que lleva a los japoneses a pensar que difícilmente un extranjero pueda comprender en esencia lo japonés y que lo probado en el extranjero no vale necesariamente como una prueba para Japón” (“La cultura de Japón”, Marta Pena de Matsushita).
A este aspecto, la investigadora y docente agrega durante la charla que “si no se ve que Japón es una parte del mundo con el que tiene diferencias, pero también muchas similitudes, y seguimos con el discurso de que Japón es distinto al resto, esto seguirá creando problemas en las relaciones internacionales”. Este mito de la homogeneidad es un mito muy poderoso, y se generó con la necesidad política durante Meiji de crear una conciencia de que los japoneses son una gran familia, con la misma sangre.
Finalmente, el segundo mito al que hace alusión es el de Japón como una sociedad sin clase social, un mito que nació en la posguerra. Japón tuvo que reconstruirse de las cenizas y lo hizo a través del trabajo. Había que convencer a la gente de que era necesario colaborar en este esfuerzo de reconstrucción: “Los grupos dirigentes debían convencer a la gente de que no existen barreras de clase social para que de este modo no se interponga la clase social con el éxito o el talento de la persona. Este discurso se basa en que todo depende del esfuerzo de la gente, y es un discurso que se pudo transmitir porque en los japoneses ya había una mentalidad grupista. Desde niños se les enseñaba que el bien individual necesariamente coincide con el bien del grupo”, comenta Pena de Matsushita, como también resalta en su libro:
“…el sistema se orientaba a persuadir a la gente que en Japón no existen barreas de clase social, presentadas como un mal propio de otros países, y al no existir tales barreras que limitan injustamente el logro de los fines de progreso individual, éste es una resultante exclusiva de la educación y del esfuerzo personal. Talento, capacitación y esfuerzo es lo único que cuenta en la marcha del individuo hacia sus fines, situación ideal que empezó a verse como una diferencia con otros países, la cual otorgaba una superioridad a Japón”.
La investigadora insiste en que este mito poco a poco se va derrumbando, y que es imposible considerar al Japón actual sin estratificación social.
Podemos terminar esta nota con una parte del epílogo que escribe la Dra. Pena de Matsushita en “La cultura de Japón”, a modo de reflexión de la situación actual de este país y de los problemas que existen, pero que pueden revertirse:
“Creemos que el primer objetivo para Japón debe ser, conservando los valores que le han permitido convertirse en el país que es, tratar de llegar a convertirse en una sociedad que acepte el pluralismo, que admita los aportes desde afuera, sin temerlos, con la confianza de que los aires de renovación robustecen el cuerpo social”.