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¿Debe Japón unirse al Banco Asiático para Inversión en Infraestructura?

Japón se ve en una encrucijada: seguir apoyando incondicionalmente a su aliado norteamericano o evaluar un cambio que lo deje en mejor posición ante el avance de China en la economía mundial.

La reunión de APEC 2014, llevada a cabo en Beijing, dejó en evidencia el serio interés de China por jugar un rol preponderante en la geopolítica internacional. Luego de años de crecimiento económico y ampliación de su injerencia en otras regiones (África y América Latina), China se propone desafiar parte de los pilares fundamentales de la hegemonía global estadounidense. Ésta tiene control en la economía internacional mediante las instituciones de Bretton Woods tales como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial (históricamente controlados por Estados Unidos y sus aliados).

En Asia, el Banco Asiático para el Desarrollo (BAD) -homólogo del conocido para nosotros Banco Interamericano de Desarrollo-, jugó un papel preponderante a nivel económico. Siendo otra de las instituciones de la hegemonía estadounidense, tuvo una fuerte injerencia del mayor aliado regional de Washington, Japón. De los nueve presidentes que ha tenido el banco todos fueron japoneses. Generalmente, se ha criticado que las mencionadas instituciones son controladas por los aliados de Estados Unidos mediante las famosas cuotas de participación en la toma de decisiones dada la capacidad crediticia. Es así como quienes más aportan, más peso tienen a la hora de decidir.

Retrotrayéndonos a los desafíos chinos, en 2013 se anunció la creación del Banco Asiático para Inversión en Infraestructura. El año pasado se firmó el memorándum de entendimiento y para mediados de 2015 se espera la apertura y firma del acuerdo fundacional. La propuesta ha reunido a más de 50 posibles miembros fundadores, entre los cuales se encuentran el Reino Unido, Corea y BRICS (Brasil es el único estado latinoamericano). Se espera que el banco inicie actividades para fines del corriente año, con un capital inicial que oscila entre los US$ 50 y 80 billones, de los cuales más del 80% serán aportados por China.

La propuesta es novedosa y atrajo la atención de aliados de Washington tales como Alemania y Australia. De todas formas es un claro desafío al modelo de hegemonía económica cuyos cimientos se remontan a la posguerra. Japón, aliado histórico, miembro fundamental del BAD, potencia regional y actor clave en las finanzas globales se encuentra ante una compleja encrucijada. El banco chino estaría erosionando su posición a nivel regional, al mismo tiempo que daría cuenta del poderío multidimensional de China en el extremo oriente. El eje de las decisiones para créditos destinados al desarrollo en Asia se trasladaría de Tokyo a Beijing, al tiempo que el conditional lending (préstamo condicionado) podría llegar a su fin.

Claramente China busca ampliar su injerencia financiera en la región. Puede ser que merezca una mayor cuota de participación en la economía global. Por ejemplo, China abarca más del 10% del PBI mundial, sin embargo su capacidad de voto en el FMI es menor al 4%, es decir menor que la de países como Francia. A pesar de esto, en el orden geopolítico, Estados Unidos ve como un claro desafío la propuesta del banco chino, lo cual afectará en consecuencia a Japón.

Los políticos y burócratas en Tokyo han advertido este desafío. El japonés Nakao, presidente del BAD, anunció que dicho banco ampliará su capacidad crediticia. A pesar de haber negado relación alguna con el banco chino, claro está que Japón refuerza su alianza con Estados Unidos en momentos en los cuales China busca expandir su influencia global. Los dilemas de poder hoy ponen a Japón frente a una compleja decisión: la propuesta es atractiva, pero puede terminar siendo autodestructiva.

 

Acerca de Tomás Vera Ziccardi

Tomás es Licenciado en Relaciones Internacionales (Univ. del Salvador, 2013). En el 2012 fue becado para especializarse en política y relaciones internacionales del Japón en la Universidad de Sofía. Es autor de las investigaciones The 1955 System: From systemic features to radical transformations (2012) y La política exterior japonesa durante los gobiernos de Minshutō (2013). Su tesis de grado se titula Las relaciones Argentina – Japón (2003 – 2013).

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