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Entrevista a Roberto Miyashiro, un referente del karate-do en la Argentina.
Para este periodista es una gran satisfacción haber entrevistado al Sensei Roberto Miyashiro, 7° Dan de la Escuela Shin Shu Kan. Apasionado por el arte que eligió para toda la vida nos relata sus sensaciones y sus sentimientos a lo largo de casi 5 décadas en la práctica del karate-do.
Con 72 años posee un dojo en la coqueta ciudad de Puerto Madryn y recientemente fue uno de los protagonistas principales de “Japón en Puerto Madryn”, un acontecimiento y una fiesta de la cultura japonesa que se convirtió en el evento más importante en la historia de la Patagonia. De profesión ingeniero electrónico, tiene una hermosa familia con su esposa Reiko y sus hijos María Laura, María Virginia y Mariano que sigue los pasos de Roberto en el karate y la miembro más pequeña, una nieta preciosa que tiene en vilo a toda la familia. Sus hobbies son la lectura, Internet y viajar.
-¿Cómo fueron tus inicios en el arte marcial?
Comencé mi practica de karate en 1968, en esa época sólo estaban los maestros venidos de su tierra natal con un bagaje de conocimientos y disciplina que eran reflejo de su práctica de su lugar de origen y algunos alumnos que estaban graduados como 1º dan, los demás éramos todos “kyu”, por lo tanto las prácticas eran muy exigentes, pero eso nos motivaba y nos hacía crecer física y espiritualmente. Ver a nuestro Sensei y a los “sempai” practicar, me inspiraba para dar cada vez, un paso más.
Recuerdo que llegar a graduarme como “shodan” fue con una gran motivación, horas de práctica sacadas de otras actividades, el ego que estaba en su máxima expresión cuando llegábamos al dojo y cuando nos íbamos, lo llevábamos arrastrando –dice Roberto riéndose a carcajadas–, junto con los brazos y piernas magulladas. Una práctica intensa, pero una gran alegría ya que sentía que había encontrado una gran pasión que me duraría toda mi vida, y así fue.
-Habiendo otras disciplinas marciales, ¿por qué elegiste el karate?
Siendo hijo de okinawense siempre estuve en contacto con el sumo okinawense, no practicándolo, pero siempre veía a mis mayores que en las festividades de los pueblos lo realizaban…esto despertaba en mí ese instinto de combate o quizás era una fantasía de niño. Este sentimiento se mantuvo en el tiempo y en cuanto pude independizarme económicamente de mis padres comencé la práctica de judo, pero después de un tiempo entendí que era un deporte de competencia y abandoné la práctica. Sin embargo, continúe buscando hasta que un día, en una casa de familia, vi a un amigo hacer un kata de karate (“kusanku-sho”) y sentí que eso era lo que estaba buscando; la segunda parte fue la búsqueda de un Sensei.
-¿Quiénes fueron tus maestros que te marcaron para toda la vida?
El primer maestro que tuve fue el Sensei Jorge J. Brinkmann; él me introdujo en la disciplina y logró despertar mi gran admiración hacia las técnicas del Karate Shorin Ryu, y a la búsqueda de ese algo más que es el espíritu del Budo.
Mi segundo maestro, cronológicamente, fue el Sensei Takeshi Miyagi, dueño de una gran técnica y potencia y una voluntad inquebrantable para alcanzar la perfección que todo arte marcial conlleva.
Cuando yo practicaba con estos maestros, ellos eran discípulos del Sensei Shoei Miyazato, al cual yo veía quizás una vez por año, Él nos dejaba una visión del karate que me permitía soñar con el camino a recorrer.
Después de 30 años me reencontré con un compañero de práctica el Sensei Héctor González Ceballos que me mostró otra faceta del karate: el humanismo y el comportamiento ético y social. En este periodo de mi vida él me permitió acompañarlo en ese caminar en la búsqueda del “Do”.
Merece un párrafo aparte cuando practiqué aikido (en paralelo con el karate) con el Sensei Kenzo Miyazawa; una persona con una fuerte formación en las artes marciales. Él hizo que mi karate fuera mejor.
-¿Qué anécdotas te marcaron para toda la vida en el camino del karate?
Más que anécdotas es un sentimiento que aparece ante un conflicto; un sentimiento de equilibrio, de estar centrado en tu eje, de tranquilidad y de que es más fácil manejar los temas.
-¿Qué experiencias nos podés contar de tus viajes a Japón?
Estuve en Okinawa para la práctica de karate y tuve la oportunidad de asistir y ver a los grandes maestros de los distintos estilos, realizando los katas con una entrega total y sentir en cada uno de sus movimientos la esencia, la energía, la disciplina, …reflejos del pueblo okinawense.
-¿Cómo te consideras como karateka?
Trato de plasmar a la realidad las grandes enseñanzas tanto técnicas como espirituales…ese es mi esfuerzo.
-¿Cómo te consideras como Sensei?
Sensei es una gran palabra, uno es Sensei cuando el otro te reconoce como tal, habría que preguntarle al otro.
-¿Qué le inculcas a tus alumnos?
Esfuerzo en la práctica, eso denota pasión y humildad.
-¿Qué objetivos tenés en la vida y en el karate?
Un psicólogo decía que los proyectos separan la vida de la muerte para no verlo tan cercano, así que en la vida cualquier proyecto es bueno y en karate es practicar y poder transmitir las experiencias.
-Por último, ¿el karate es para toda la vida?
Para mí sí lo es….Hay un “koan” que dice: “Frío…caliente…es como cada uno lo siente.”
Un gran honor fue transmitir la esencia del karate tradicional en esta entrevista al Sensei Roberto Miyashiro. Sé perfectamente de su pensamiento, que los torneos son efímeros y la verdadera esencia es la práctica constante y los kata.
Muchas gracias Sensei Roberto Miyashiro por transitar el camino del Do en el arte marcial que eligió para toda la vida y queremos agradecerle de todo corazón por su gran aporte y colaboración para el éxito del reciente evento Japón en Puerto Madryn.
