New Orléans fue su tierra natal, pero cuando el jazz tuvo que viajar a Japón, ¿en qué ciudad habrá recalado primero? Muchos historiadores del jazz coinciden que el puerto de Yokohama fue un importante protagonista en la travesía a Oriente de esta música que trasciende tiempos y lugares.
¿Me harías el favor de viajar en el tiempo? Nos vamos lejos, unas cuantas décadas atrás; precisamente a la década del veinte. Estamos en el puerto de Yokohama, los que para muchos es la cuna del jazz en Japón. Los primeros beats del jazz que baja de los barcos suenan en el Gaiety Theater (conocido como «Yamate Geete Za», en japonés) donde las funciones de teatro y las Óperas de Puccini hacen un lugar para que el Jazz explote. Somos muchos y nunca nos cansamos de bailar.
¿Me harías el favor de avanzar unos cuantos años? Aún es temprano ─aunque no tanto─ para que las grabaciones logren inmortalizar cada nota; debemos apresurarnos a través del tiempo y ser testigos de una revolución musical que marcará un antes y un después. Ejemplo claro: el legendario jazz café Chigusa, el más viejo de Japón; todo un tributo dedicado al género donde artistas como Toshiko Akiyoshi y Sadao Watanabe escuchaban a los intérpretes occidentales luego de la guerra.
La posguerra, hablando desde el punto de vista estético y artístico, trajo nuevos referentes y hasta una obsesión por el estilo americano. Los músicos de jazz se desplazaron hacia el estilo “Bebop” (género que sucede al “Swing”, se caracterizó por utilizar tempos rápidos que producían una innovación más rica en la música y la individualidad en cada instrumento).
En los bares de jazz de Yokohama, los músicos japoneses y americanos intercambiaban sus ideas y compartían escenario. Hoy en día, en los principales festivales, la unión de las dos culturas se mantiene presente; basta con leer los artistas que se presentan el “Yokohama Jazz Promenade” (encuentro anual que reúne músicos de todo el mundo) o el Festival de Jazz de Honmoku, fundado en 1980.
¿Aún con ganas de más jazz? Hay sitios que aún nos faltan visitar, la noche es joven y las luces no quieren desaparecer. Podríamos escabullirnos hasta el Airegin o al Dolphy. Hay cientos de lugares que aún se mantienen en pie y atestados tanto de curiosos como de conocedores de la materia.
Las décadas podrán pasar, las modas desaparecer y la tecnología innovar; pero de lo que estoy seguro es que el verdadero arte marca al tiempo con fuego, dejando por siempre una huella en la historia. El jazz ─como género musical, como parte de una cultura o como estilo de vida─ es la prueba irrefutable de ello.
En la actualidad, basta con recorrer la zona del puerto de Yokohama para advertir lo creciente de esta tendencia. Una tendencia que continua marcando el ritmo; haciendo sonar nuestras canciones favoritas.