Siete años después de la catástrofe nuclear en Fukushima, las voces críticas llegan a nuestro país, aunque sin difusión masiva. Por ello, en esta nota retomamos la presentación del Documental “Que nos escuche el Primer Ministro”, el cual describe el movimiento antinuclear en Tokyo. Entrevistamos también a Eiji Oguma, reconocido académico y director del documental que se pudo ver en el último Congreso de Estudios Japoneses en nuestro país.
Las primeras noticias que llegaron de Japón luego del gran terremoto del noreste, sucedido el 11 de marzo de 2011, fueron las de una sociedad organizada y que respetaba las indicaciones en la post-catástrofe. De hecho, resulta una lección de cómo actuar en situaciones de crisis, que se trabaja siempre con anticipación a este tipo de hechos, y es que el gobierno conoce que el país concentra gran parte de la actividad sísmica de todo el planeta.
Luego de ello, no obstante, los sucesos que desencadenaron en el peor “accidente” de la industria nuclear a nivel nuclear después de Chernobyl, mostraron nuevas facetas de una catástrofe con causas naturales, pero que en este caso agregaba también motivos sociales, económicos y políticos. Al mismo tiempo, la información con la que contaba la población era escasa, como reconocieron luego las propias autoridades japonesas.
Por ello, para Oguma, el documental sobre las protestas antinucleares en Japón, más que hablar de una crisis ecológica, se refieren a una crisis de la democracia en Japón. Frente al silencio que intentaba imponer el gobierno -en aquel momento encabezado por el Partido Democrático de Japón- junto con los medios masivos de comunicación, paulatinamente la residencia del Primer Ministro fue el centro de mayores protestas.
Una manifestación periódica de más de 200 mil personas derribó el estereotipo del japonés contemporáneo.
En efecto, el costado positivo de esa figura del ciudadano obediente que respeta las normas como modo de conducir la catástrofe, se enfrenta con el revés de esta característica cuando se requiere una movilización ciudadana para exigir al propio gobierno una respuesta a sus reclamos. Así, la catástrofe ocurrida en la central nuclear de Fukushima I fue el catalizador de un movimiento social que continúa pidiendo una ampliación de la democracia en Japón.
Entrevistamos al sociólogo e historiador Eiji Oguma, profesor de la Universidad de Keio, sobre su primera producción fílmica que expande aún más su visibilidad como uno de los mayores intelectuales críticos de la sociedad japonesa.
Nos interesó conocer su mirada sobre los sucesos posteriores a las protestas masivas, que lograron que las centrales nucleares se mantuvieran apagadas en Japón, pero luego el actual gobierno japonés (del Partido Liberal Demócrata) volvió a reactivar el plan nuclear del país.
El documental aborda las manifestaciones en los meses posteriores a la catástrofe. ¿Qué sucedió en los años posteriores?
El movimiento anti-nuclear que registré en el documental eventualmente derivó en movimientos de protesta contra la Ley de Secreto de Estado en 2013 y la Ley de Seguridad Nacional en 2015. En otras palabras, el movimiento antinuclear en Tokyo impulsó el movimiento por la democracia en esta década. La naturaleza de estos movimientos es similar a otros que se dieron en el mundo en los últimos años, en lugares como Nueva York (Ocupa Wall Street), Hong Kong (Revolución de los Paraguas) o Seúl, pidiendo la ampliación de la democracia.
El documental se centra en la acción en Tokyo en torno a la residencia del Primer Ministro, ¿cuál es la situación en la propia Prefectura de Fukushima?
El movimiento antinuclear en Tokyo cuenta con alguna colaboración dentro de la Prefectura de Fukushima. Aunque el movimiento local no parece ser tan significante porque el tema resulta muy sensible en la propia Prefectura. El pueblo de Fukushima tiene sentimientos de profunda ansiedad respecto de las substancias radiactivas y de crítica hacia la industria nuclear.
¿Por qué los movimientos sociales contra la energía nuclear no se conocieron fuera de Japón?
Los medios japoneses y extranjeros se focalizaron mayormente en el accidente nuclear y la situación en Fukushima. En tal sentido no alcanzaron a reportar el movimiento antinuclear en Tokyo. En contraste, yo me concentré en registrar este fenómeno como el movimiento democrático de esta década que fue impulsado por el accidente.
¿Cree que las comunidades nikkei pueden tener un rol en la difusión de esta problemática?
La comunidad nikkei es muy importante para difundir la información en el mundo, especialmente el ámbito hispano hablante. Una de las razones por la que el movimiento antinuclear japonés no fue ampliamente conocido es que tanto el movimiento como los medios independientes no tienen redes de contacto con otros países.
La imagen en Argentina sobre las empresas japonesas remarca la seguridad y la transparencia. ¿Qué nos dice el caso de TEPCO (la compañía de energía de Tokyo, responsable de la administración de la central de Fukushima I) al respecto?
No considero que TEPCO sea una excepción. No sólo entre las empresas japonesas, sino también en relación a otras grandes compañías en el mundo.
Sobre el documental
「首相官邸の前で」 (Shushō Kantei no mae de) es el primer documental del profesor Oguma. Estrenado en el año 2015 en Japón, en 2017 fue relanzado con un libro homónimo. Fue realizado gracias a la colaboración de los propios activistas, que cedieron registros fílmicos realizados de las protestas. Mediante la colaboración de Matías Chiappe, académico argentino y magíster en Estudios de Asia y África, el documental cuenta con su subtitulado en castellano además de su versión en inglés. Es posible acceder a un tráiler del documental en la página http://www.uplink.co.jp/kanteimae/index_en.php y también adquirir el DVD con el libro mediante internet https://jptbooknews.jptco.co.jp/product/JPTB1702-0158
Voces de Fukushima a Hiroshima
Hace pocos días se exhibió también en Buenos Aires, en la sede de la Asociación Japonesa en la Argentina con la organización de la profesora Cecilia Onaha, el documental “Las Voces de los Pájaros de Papel”. Realizado por la profesora Silvia González, de la Universidad de Kanda (Japón). Si bien el largometraje se centra en el caso del ataque nuclear a Hiroshima y Nagasaki, el hilo argumental comienza preguntándose por los riesgos evidentes de la energía nuclear observados en el caso de Fukushima. Del mismo modo, otra conexión se establece en la manipulación de la información entregada a la sociedad civil, como elemento que condiciona la participación ciudadana en un sistema democrático.
Por Pablo Gavirati Miyashiro
Grupo de Estudios del Este Asiático (UBA)