Los japoneses en Argentina trabajaron en los “Café Paulista” y muchos luego fueron dueños de sus negocios. El Café de los Angelitos, un bar notable con un antiguo balcón para música, evoca esa historia. Allí comencé a leer la segunda parte de El Embajador y Su Esposa. Antiguamente, los cafés tenían balcones donde se presentaban músicos en vivo o se usaba una vitrola. Cuando una mujer, conocida como vitrolera, manejaba la vitrola, su figura atraía clientes

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