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Las Sukeban y el Pinky Violence: desglose de una identidad feminista en Japón

Intentar comprender el simbolismo detrás del término sukeban es buscar ponerle palabras a una visión asociada a la estética, que nació como una respuesta social y moral por parte de la mujer japonesa a fines de los años 60 y principios de los 70. En un marco en el que la identidad del país comenzó a matizarse, donde la sociedad se volcó a una modernidad acelerada, los roles de género al igual que cierta construcción tradicionalista fueron puestos en jaque. En ese sentido, movimientos como el ūman ribu (liberación de la mujer), capitalizaron la lucha de mujeres que buscaban hacer emerger sus voces yendo contra las lógicas laborales, culturales y sociales que estaban encumbradas patriarcalmente en el Japón de la época, siendo su principal motor la liberación sexual.

Atravesadas por un contexto económico llamado “milagroso” en el que gran parte del bienestar de la posguerra devino de la influencia estadounidense en las decisiones gubernamentales, además de directivas encausadas por los propios gobiernos japoneses, fue que tomó relevancia el denominado Anpo (安保) o Tratado de Cooperación y Seguridad Mutuas entre Estados Unidos y Japón firmado en 1951, que permitía a este país colocar bases militares dentro de las islas niponas. Dentro del período de la primera revisión de este acuerdo estratégico, a finales de los años 50 y principios de los 60, se sucedieron las protestas más grandes de la historia de Japón conocidas como las Protestas de Anpo, las mismas se volvieron a intensificar también a finales de los años 60 con una nueva verificación del tratado. Bajo ese clamor popular es en el que nace también una consciencia social respecto a las víctimas militares (como las de la guerra de Vietnam) y las diversas minorías, como los zainichi (coreanos residentes) o los burakumin (un grupo social históricamente relegado dentro de Japón por los trabajos que efectuaban). El ūman ribu se hizo eco de esta voluntad cuestionadora y revisionista y canalizó un sentimiento anti arquetípico, que desmontó la idea de cómo debía ser la mujer japonesa. Pronto sus ideas le dieron un sentido a romper cánones antes incuestionables, lo que generó que cubriendo y graficando este cambio nacieran las sukeban.

                                                     Un grupo de sukeban (imagen por vintag.es)

Literalmente “chica delincuente”, término acuñado por la policía para referirse a ellas, las sukeban fueron una contestación visual que buscó deconstruir los paradigmas asociados a aquello que debía representar una mujer. Pureza, sexualización, debilidad y sumisión fueron algunos de los conceptos que esta subcultura erradicó en su imagen y en sus actos. Generalmente asociadas a pandillas escolares, comenzaron a modificar su vestimenta mediante polleras largas, peinados y colores de cabello diferentes, parches de ropa, zapatillas Converse, rostros sin maquillaje y demás. A diferencia de su contraparte masculina (Banchō) las sukeban tenían una fuerte carga metafórica y contestataria en su imagen y en su representación de cara a la sociedad. Demostraron que no existía dicotomía entre ser mujer y ser fuerte, que la mujer podía verse representada por nuevos valores e ideas y entender su feminidad desde nuevas perspectivas y realidades, también construyeron una renovada idea de juventud alejada de ciertas idealizaciones arraigadas, luchando con autoridad contra la infantilización y sexualización a la que eran sometidas.

Tal fue el impacto que tuvieron en la sociedad japonesa, teniendo muchas de estas pandillas miles de miembros, que pronto su identidad fue replicada en diversos medios, siendo la televisión, el cine, el anime y el manga los más importantes. Gran parte de su mensaje inicial se perdió en estas representaciones, más que nada cuando muchas de ellas fueron pensadas para un público masculino (muchas historias sobre sukeban se publicaron en mangas seinen, de hecho). Sin embargo, hubo algunas excepciones, entre las que se destaca la serie televisiva Sukeban Deka de 1985, protagonizada por Saki Asamiya (Yuki Saito), una alumna de secundario que era detective gubernamental y que mantenía gran parte de los rasgos identificatorios de la subcultura sukeban: tales como la vestimenta escolar modificada sin ningún atisbo de sexualización, una personalidad fuerte y rebelde y el uso de un arma como defensa y ataque (en este caso un yoyo).

                     Saki Asamiya interpretada por Yuki Saito (imagen por The Movie Database)

Por el lado del cine, la cosa fue un poco distinta, y el sentimiento sukeban se vio representado por medio de un subgénero llamado pinky violence, que tuvo su apogeo desde finales de los 60 hasta mediados de los 80. A través de nuevas perspectivas, la visión autoral de la época exploró una nueva cinematografía en la que la mujer tomaba un rol preponderante, generalmente sometida por hombres corruptos (que respondían a instituciones privadas y estatales de dudosa fiabilidad) y lograba prevalecer por su propia autonomía y liberarse bajo una nueva identidad empoderada, alejada de determinados mandatos sociales y derribando simbólicamente estructuras que apuntalaban el seno de ciertas concepciones japonesas. Muchas de estas historias eran un viaje de venganza, que finalizaba con un festival de sangre frente a esa opresión. Películas estilizadas visualmente, con colores llamativos y planos y puestas en escena que casi rozaban lo teatral, en las que el cuerpo erotizado era una subversión del propio poder femenino frente a la injusticia. Sin embargo, aunque esto tenía este sentido estético, ya que la idea esencial era empatizar con la mujer protagonista, muchos argumentan que mostrándolo de este modo le quitaban el mensaje en sí mismo adaptándolo para una audiencia dirigida a hombres.

De un modo u otro, conceptos como el Yamato Nadeshiko (expresión japonesa que, a grandes rasgos, posiciona a la mujer en un rol familiar, sumiso y puro) fueron expuestos y criticados por un cine que nació como una respuesta social a una necesidad de modernizar también el pensamiento y entender a la mujer desde nuevos ángulos, deconstruyendo ciertas jerarquías patriarcales existentes. Dentro de esta clase de cine podemos destacar las actuaciones icónicas de Meiko Kaji, famosa por la saga Female Prisoner Scorpion y Lady Snowblood, que han marcado la identidad fílmica nipona.

                                                          Meiko Kaji (imagen por Radio France)

Por otro lado, se encuentra la maravillosa Mermaid Legend (1984) de Toshiharu Ikeda. Un viaje onírico de venganza, que usa el mar como un medio de catarsis liberadora, y narra la historia de una pescadora (interpretada por una genial Mari Shirato) que busca cobrar venganza frente a los miembros corruptos de una empresa, que asesinaron a su marido para encubrir la creación de una nueva planta nuclear.

                                                                Mermaid Legend (Captura)

En definitiva, el fenómeno sukeban marcó una época y generó un sentimiento de identidad femenina que deconstruyó estructuras machistas antes inalterables. Su legado, aunque diluido por sus detractores sociales que vieron amenazadas sus posiciones de poder y su lugar preponderante en la sociedad, continúa intacto y sigue inspirando a la mujer japonesa a perseguir nuevas identidades y derribar barreras impuestas patriarcalmente. Como dato curioso, el año pasado el músico Ginger Root homenajeó a las sukeban en su videoclip There Was a Time, en la que fuera una pequeña reivindicación de una figura que vivirá por siempre en la noción cultural e histórica del Japón moderno.

Nota por Fran Parisi

Imagen de portada: IMdb

Referencias

El Confidencial. (2022, febrero 13). Historia de las sukeban: las chicas que desafiaron el machismo japonés. El Confidencial.

Marín Miguel, R. (2022). Ūman Ribu. El Movimiento de Liberación de las Mujeres Japonesas en los Años 70 (Trabajo de Fin de Grado).

Kozma Alicia (2012). Pinky Violence: Shock, awe and the exploitation of sexual liberation. Journal of Japanese and Korean Cinema, 3(1), 37–44.

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