La espada es un símbolo de Japón, no como un arma de destrucción, sino como una representación del valor y el coraje. Todo esto materializado en una hoja que debe brillar, no por el metal pulido, sino por la fuerza mental, emocional y psíquica del samurái que la empuña.
La trilogía de Musashi, escrita por Eiji Yoshikawa, es una magnífica puerta que nos lleva a penetrar en lo profundo del espíritu japonés, y que nos invita a sumergirnos en las vivencias y los misterios de una cultura sorprendente.
El autor muestra una visión personal del momento histórico en un apasionante recorrido por la vida del Japón del siglo XVII, encarnada en el personaje Musashi Miyamoto (1584-1645), que remite a la propia historia del Japón antiguo. Se publicó por entregas en el periódico “Asahi Shimbun” entre 1936 y 1939. Inicia con el primer tomo “La leyenda del samurái”, continúa con “El camino de la espada” y finaliza con “La luz perfecta”.
La saga de la novela Musashi es un clásico, una narrativa que permanece y se adueña del sentir de los lectores de las diferentes épocas, y renace con cada persona que la aborda. Una obra de culto muy apreciada y que engalana con su maravillosa narrativa el universo literario de Japón. Aquí vemos a un samurái que debe poder controlar, en principio, su temperamento inquieto e impulsivo. En una instancia posterior necesitará aprender a convivir con otros seres humanos y con otras realidades. Por último, entablará su lucha más existencial: alcanzar un equilibrio con los misterios del universo.
Podríamos decir, así como en el “Cid Campeador” o “Las leyendas del Rey Arturo”, que las vivencias de muchos personajes confluyen en la imagen de un solo héroe: un samurái que hizo historia.
El protagonista representa al hombre universal, que a través de una búsqueda incansable, desea trascender lo cotidiano para conseguir con esfuerzo y compromiso, un futuro a la altura de los tiempos que le toca vivir. Como en toda novela de aprendizaje, vemos el crecimiento del protagonista desde sus comienzos. Un personaje que va mutando y desarrollándose al mismo tiempo que madura la historia, y que va recomponiendo en su vida las distintas épocas del Japón antiguo.
La saga de Eiji Yoshikawa nos atrapa en una historia que seduce y hace que el lector se involucre como un personaje más. Como un personaje testigo que vive a través del protagonista las instancias de su evolución.
Podríamos decir que en la figura de Musashi vemos tres etapas:
- Aquella del jovencito temperamental en la figura de Shinmen Takezo, rústico en su conducta y en sus conocimientos, que ha sobrevivido a la batalla de Sekigahara, y al que podríamos asimilar a un ser humano de barro. Un muchacho que ansía recorrer el camino de la espada.
- Tras un período de maduración intelectual y espiritual, empieza a aparecer el Miyamoto Musashi que pasó por un período intenso del estudio de los saberes de su época. Este resurgimiento lo ayudará a transitar muchas instancias en su sendero hacia la perfección como samurái. Sin embargo, aún es un ser humano de madera, un ser inacabado que sufrirá la talla del tiempo de una vida llena de obstáculos e inconvenientes.
- Tras emerger de una reclusión voluntaria, deviene en un hombre nuevo, que se ve materializado en su cambio de nombre a Miyamoto Musashi. A través del conocimiento, crece en la búsqueda de un ideal signado por una consciencia recta. Un guerrero que centra su existencia en el camino de la espada que nada ni nadie podrá perturbar. Su compromiso lo llevará a convertirse en un ser humano de metal imperecedero que brillará como el filo de su katana.
La soledad será su acompañante durante el proceso que deberá terminar convirtiéndolo en un verdadero samurái, a pesar de su condición de ronin, porque no adhiere a pertenecer a ningún daimyō (soberano feudal). Su aprendizaje le hará tomar consciencia de que el camino del guerrero no es el camino de la espada, sino el camino del honor.
Reflexiones
A través de la voz de un narrador omnisciente vemos la evolución de un guerrero que intenta alcanzar el discernimiento de su yo interior, libre de los mandatos de la época. De su trayecto por los distintos dojos, irá recogiendo enseñanzas combinadas con sus técnicas particulares que le darán un notable manejo de la espada. Su experiencia será fruto de un arduo entrenamiento y de la creatividad de un hombre que no se conforma con la mediocridad.
Los personajes que lo acompañan en su camino remiten a diferentes etapas de la vida. La niñez, inocente y curiosa en Iori; la adolescencia que conlleva la lealtad y el compromiso con el maestro admirado en la figura de Jotaro; y la madurez y la sabiduría de un monje, Takuan Sōhō, que por medio de acertijos lo conducirá a una profunda espiritualidad, fundamental en la vida de un guerrero.
En la figura de Osugi, vemos una madre perseverante, al Japón que está quedando atrás. En su constante lucha por la recuperación del honor de su hijo abandónico e idealizado, que es Hon’iden Matahachi. Como contracara de Musashi , surge la presencia de Sasaki Kojirō, un digno contrincante que embelesado por la fama, busca ascender en las clases sociales por su dominio de las artes como espadachín. El amor platónico aparece materializado en Otsū, con el deseo inalcanzable y su amor por Musashi, y con la lealtad y el respeto a la causa con la que está comprometido su amado.
El lector occidental percibirá a través de la lectura de esta saga una vivencia profunda del espíritu de Japón. Un espíritu que llega a nuestros días. Un Japón sacrificado y pujante. Un país sometido a constantes pruebas: tsunamis, terremotos, inundaciones. El flagelo de un territorio que se vuelve hostil. Así como Musashi enfrenta y derrota a sus adversarios, el Japón se sobrepone a la tragedia y avanza.
Foto de portada: Dibujo de Musashi por Mooneyham, en Deviantart.
Al leer a Musashi se podría confundir con una obra de mediados del siglo XX, aunque fue escrita por un autor nacido en el siglo XIX. La prosa de Eiji Yoshikawa (1892-1962) es ágil, dinámica y llevadera. La novela presenta un tratamiento innovador.
Su forma de escribir nos lleva a pensar en el tejido de una urdimbre de hojas de bambú. Una prosa flexible y resistente como es el elemento valioso para la vida cotidiana de esos tiempos. El escritor se adelanta a su época y da una visión de los hechos históricos encarnados en la vida de diferentes personajes. Su novela muestra toques de una literatura de avanzada, inusual para los escritores de su época.