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Entre lo sagrado y los guerreros: La religión en el Heike Monogatari

La religión en Japón ha ocupado una fuerte posición en la sociedad a lo largo de los siglos. El sincretismo entre la concepción originaria del Shintoísmo aunada al Budismo (y sus diferentes enfoques) proveniente del continente junto con otros pensamientos como el Confucianismo e incluso el Taoísmo moldearon en cada época al pueblo nipón desde los más altos estratos hasta el más bajo escalafón.

Sin duda, esto propició luchas por el poder en las cuales las relaciones entre los miembros más destacados manifestaban sus creencias, no sólo políticas sino también de culto y fe. Emperadores, guerreros, los propios sacerdotes o monjes establecían una red que determinó el comienzo o final de ciertas etapas en la historia japonesa.

Una de las fuentes más leídas y consultadas, considerada un clásico junto con otros como el Genji Monogatari de Murasaki Shikibu o el Libro de la Almohada de Sei Shōnagon, es el Heike Monogatari conocido en occidente como El Cantar de Heike. Esta narración épica nos revela el ascenso, auge, consolidación y caída del clan Taira o Heike, nombre que hace referencia al título de la obra. Consta de doce libros en donde se nos muestran diferentes personajes, sobre todo de la Corte Imperial, la nobleza, el clero y los clanes que se baten a muerte el control del archipiélago. Relatos —además— de batallas, conflictos y guerras que demuestran el estado turbulento en el que se encontraba Japón a fines de la era Heian (794-1185).

En este artículo que contará con tres partes nos centraremos en la cuestión de las ideas religiosas que se ven reflejadas en el texto mediante el uso de citas, parafraseos y que dan cuenta de cómo, nuevamente, la religión fue un factor clave para conformar la identidad de cierto grupo en determinado momento histórico pero que, de una u otra forma, se ha mantenido hasta nuestros días pasando por variadas instancias en los períodos que configuran la historia japonesa así como la utilización de medios discursivos para lograr que la religión forme parte de la idiosincrasia japonesa legitimando el accionar de sus integrantes.

La religión expuesta desde el primer momento

“En el sonido de la campana del monasterio de Gion resuena la caducidad de todas las cosas. En el color siempre cambiante del arbusto de shara se recuerda la ley terrenal de que toda gloria encuentra su fin” (López de la Llave 2005, pp. 91).

Así empieza el Heike Monogatari en el capítulo I del Libro primero. Con esta cita se refleja a la perfección, aunque con matices, los aspectos del Budismo y el Shintoísmo desde apenas comenzado el relato. Pero, ¿por qué?. Por un lado, el monasterio de Gion es un santuario shintoísta ubicado en Kioto, antigua capital imperial, que data del 656. A su vez este espacio sagrado se ha identificado con el monasterio budista Jetavana de la India.

Por otro lado, podemos centrarnos en el concepto de la fugacidad y la conciencia de impermanencia de las cosas. Esta transitoriedad, llamada 無常 mujō en japonés o anitya en sánscrito, está ligada a la cultura de las cuatro estaciones que se encuentran en constante transformación o la familiaridad con el ciclo repetitivo de nacimiento, muerte y renacimiento que es intrínseca al Budismo. Esto, a su vez, nos muestra desde el principio que el poder no dura para siempre y, a pesar de llegar al cenit, todo puede acabar en un abrir y cerrar de ojos. Es a lo que hace alusión este fragmento: anuncia el fin del clan Heike tras la batalla de Dan no Ura contra sus acérrimos rivales: los Minamoto (o Genji).

El texto continúa y presenta a quien podríamos decir es el protagonista principal, no sólo de la obra, sino de esta parte de la rica historia de Japón. Estamos hablamos de Taira no Kiyomori, líder del clan Heike, que respaldaba la investidura del Emperador Go-Shirakawa. Estos dos están emparentados con el Budismo. El primero era nyūdō, es decir, que había ingresado como monje budista seglar, por lo tanto, no pertenecía al clero. El segundo, más allá de ser descendiente de la Diosa Sol, Amaterasu —y por obvias razones estar relacionado con el Shintoísmo— también fue uno de los tantos Emperadores Retirados, o como los nombraban en aquellos tiempos, Emperador Monje.

“Pero, ¡ay, que entre todos ellos sobresale uno! Es un personaje reciente. Es Taira Ason Kiyomori, del clan de los Heike, nyūdō de Rokuhara y antiguo primer ministro del Imperio. Su formidable soberbia empequeñece la realidad del tal manera que con dificultad acuden a mi boca palabras con que cantar su historia” (López de la Llave 2005, pp. 92).

Amida Buda, el Nenbutsu y el paraíso de la Tierra Pura

Si hay algo que destaca al Heike Monogatari es la frecuente alusión a un tipo de Budismo: el de la Tierra Pura. Esta secta es una rama de la escuela budista Tendai japonesa, descendiente de la Tiantai originaria de China. El budismo 浄土宗 Jōdo o de la Tierra Pura empezó a tomar forma en el año 1175, con la publicación de 選択集 Senchakushū, del monje 法然 Hōnen. Fue éste quien declaró el 念仏 Nenbutsu (que consiste en cantar el nombre de Amida, el buda principal, según la secta de la Tierra Pura, en la fórmula 南無阿弥陀仏 «Namu Amida Butsu») como la única práctica capaz de asegurar la salvación de los creyentes y garantizarles el renacimiento en el paraíso de la Tierra Pura.

Son muchos los pasajes que evidencian esta creencia en el Budismo amidista que fue la respuesta a este orden social producido al acabar el siglo XII que va a calar hondo entre todas las clases sociales haciendo hincapié en la salvación individual y que ya no servía demasiado buscar la iluminación como profesaban otras doctrinas budistas. Esta creencia favoreció la fe en el poder salvador del Buda Amida. Amida (el «Amitābha» en sánscrito o “Infinita Luz”) es el buda que reina en el paraíso llamado Tierra Pura de la Perfecta Felicidad que, según se creía, se encontraba en Occidente.

“Las tres monjas contemplaban el sol poniente que se escondía en las montañas del oeste y pensaban: «Por donde se pone el sol tiene su morada el Paraíso de Occidente. Algún día nosotras naceremos en ese lugar y viviremos felices y sin miedo»” (López de la Llave 2005, pp. 92).

Esta entrada se encuentra en el capítulo VI del Libro primero en donde se nos cuenta la historia de la dama Giō quien junto a su hermana eran hijas de una bailarina de Shirabyōshi, una danza realizada por mujeres vestidas con ropa masculina que se desarrolló durante el siglo XII para nobles y guerreros de alto rango. Tras un altercado con otra artista llamada Hotoke (otra de las formas en que se conoce en japonés Buda) que pasó a reemplazar a Giō como dama de compañía de Kiyomori, las tres deciden alejarse del mundo convirtiéndose en monjas budistas. Un día, Hotoke escapa del jefe del clan Heike en busca de las tres mujeres. Cuando llega a la choza en donde se encontraban toca la puerta y éstas se asustan pensando que es un demonio. Aún así deciden abrirle y esbozan una de estas frases:

“Si, a pesar de abrir, no tiene compasión y nos mata, confiaremos firmemente en la misericordia de Amida, en el cual hemos depositado toda nuestra fe. Pongámonos a rezar ahora mismo. Él, que es el mensajero de Buda que escucha siempre nuestra plegaria, ¿cómo no nos va a guiar al paraíso? Entreguémonos con todo el corazón y confiando ciegamente en nuestra plegaria” (López de la Llave 2005, pp. 115).

El capítulo está repleto de referencias budistas como cuando Toji, la madre de Giō, le recuerda las transgresiones que no pueden cometer los practicantes calificadas éstas como las Cinco Faltas Capitales. Al final también se narra que:

“Las cuatros mujeres se encerraron en la ermita. Día y noche ofrecieron flores e inciensos a la imagen de Buda y constantemente rezaban para pedir la salvación. Cuenta que, cada una a su hora, pero todas al fin y al cabo, consiguieron renacer en el paraíso” (López de la Llave 2005, pp. 117).

Además, hay que recordar que el Heike Monogatari era una obra para ser recitada por los Biwa Hōshi, los monjes budistas ciegos que viajaban por todo el Japón cantando estas escenas. No se sabe a ciencia cierta si existe un único autor o si los compositores originales de los textos eran monjes budistas que memorizaban las historias y las recitaban acompañados de un instrumento de cuerda denominado 琵琶 Biwa.

Un Biwa Hōshi era un monje ciego quienes viajaban a través de Japón durante el período Kamakura (1192-1333), recitando en sus viajes el Cantar de Heike

La teoría de un autor conocido de un texto primigenio es comúnmente aceptada desde que el monje Yoshida Kenkō, en su obra de 1330 «Ocurrencias de un ocioso (Tsurezuregusa)” escribiera que un noble cortesano conocido como Yukinaga escribiera el texto y se lo presentara a un Biwa Hōshi. Luego Yukinaga se convertiría también en monje residiendo en el Templo Enryaku-ji. Sea como sea la cuestión, la religión y en especial el budismo rodea al Heike desde su concepción.

Continuará en la parte 2.

Acerca de Nahuel Murru

Nahuel Murru es Técnico Superior en Periodismo, recibido del Instituto Sudamericano para la Enseñanza de la Comunicación (ISEC). Además, es Técnico Superior en Cultura y Lengua Japonesa. Brinda clases de japonés. Está, además, interesado en la cultura asiática, tanto como los mangas, animes, doramas, música, deportes y videojuegos.

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