En los últimos años es común ver que en Japón se celebran festividades extranjeras que no están enraizadas con la cultura nipona tal como Navidad, Halloween o San Valentín. Claro está que, al igual que en la mayor parte del mundo, sin un sentido religioso sino más bien comercial. Sin embargo, las Pascuas no han terminado de calar hondo en la sociedad japonesa ni siquiera para encarecer ventas. ¿A qué se debe esto?
Si bien el país del sol naciente tiene su historia con el Cristianismo, la Semana Santa no es algo de la cual se tenga demasiado conocimiento debido a su laicismo aunque también es bien sabido que las religiones que más difusión han tenido han sido el Budismo y el Shintoísmo. Además, no es común en Japón el intercambio de regalos por ende no se ha vuelto popular. Sin mencionar que a principios de Abril es más tradicional realiza el Hanami (ver florecer a los cerezos).
Las Pascuas, momento en que se recuerda la Pasión de Cristo, aquel momento culmine en el cual el predicador judío falleció en la cruz para resucitar luego, se conoce en Japón como 復活祭 fukkatsusai donde 復活 fukkatsu significa resurrección y 祭 sai festividad o festival. De todas maneras, también se le puede llamar イースター Iisutaa que deriva del inglés “easter”.
El siglo cristiano en Japón
Probablemente no es muy sabido que el Cristianismo fue parte importante de la historia nipona hace casi 500 años atrás. Alrededor del siglo XVI y XVII la iglesia católica en consonancia con los reinos de Portugal y España arribó al archipiélago japonés para expandir su actividad misiones y de evangelización.
Fue el jesuita español San Francisco Javier quien inicia esta aventura con la Compañía de Jesús y Nagasaki, una importante ciudad portuaria, fue introducida al cristianismo por primera vez en 1560, cuando los misioneros jesuitas de Portugal comenzaron a llegar a Japón. Muchos daimyō o señores feudales se convirtieron al Cristianismo porque creían poder obtener el apoyo comercial de los portugueses. Una especie de protector de esta religión fue Oda Nobunaga, que vio en los religiosos extranjeros una forma de debilitar el poder de las escuelas budistas y facilitar las relaciones comerciales con España y Portugal.
Sin embargo, a pesar de contar con cerca de 500.000 personas que se identificaban como cristianas solamente en Nagasaki, las autoridades japonesas vieron una amenaza en esto. Primero fue Toyotomi Hideyoshi, uno de los tres grandes unificadores de Japón, quien en 1587 promulgó un edicto de prohibición del Cristiano y expulsó a los misioneros jesuitas. Diez años más tarde condenó a muerte a veintiséis cristianos, conocidos como los 26 mártires de Japón.
Cuando Tokugawa Ieyasu asciende como shōgun termina siendo persuadido por William Adams, un marino protrestante inglés al servicio de la Compañía Holandesa de las Indias Orientales, expulsando en 1614 por completo a los últimos jesuitas que quedaban en la isla y prohibiendo definitivamente la religión. Esta es una de las grandes razones por las cuales Japón termina cerrando sus fronteras y aislándose casi completamente durante 250 años.
Pero muchas personas terminaron fingiendo no ser cristianos aunque predicaban en secreto. Estas fueron denominadas 隠れキリシタン Kakure Kirishitan o cristianos ocultos.
Esto logró que el Cristianismo terminara siendo una religión apenas local y que, a pesar de que en 1868 Japón volvió a abrir las puertas al mundo dejando libremente a las personas profesar sus creencias, no volviera a tener la fuerza que tuvo en tiempos remotos. Hoy en día, la cantidad de creyentes ronda entre el 0,5% y el 1% del total de la población lo que nos permite ver por qué festividades como las Pascuas no han logrado insertarse plenamente en la cultura japonesa.
Nahuel Murru es periodista recibido en 2015 en el Instituto Sudamericano para la Enseñanza de la Comunicación (ISEC). Estudia japonés desde 2012 y actualmente está cursando la Tecnicatura Superior en Cultura y Lengua Japonesa en el Instituto de Estudio Japoneses – Terciario Nichia Gakuin.