Cada vez que conozco a alguien me preguntan qué hago en mi trabajo como Coach Profesional, siempre cuento que trabajo generando protagonismo de las personas. Dicho esto, noto en la cara de mi interlocutor más confusión que claridad. La palabra protagonista nos queda grande. Cuando trabajo en talleres, en sesiones de Coaching Ejecutivo o Life Coaching, la palabra protagonista resuena como algo muy grande e inalcanzable. Alguien que está en el centro de la escena, salvando el mundo, dando un gran discurso frente a miles de personas o liderando una revolución. ¿Quién pensás que es un PROTAGONISTA?
Muchos personas al querer mantener un perfil más bajo o ser más introvertidos creen que ser protagonista no está bueno, porque los pondría en el centro, en un lugar donde se verían expuestos o se sentirían incómodos. Para evitar esta confusión, utilizo también la palabra RESPONSABLE para hablar del protagonista. Quizás la palabra RESPONSABLE te suene mejor.
Elegí comenzar esta serie de artículos, trayendo esta distinción que, a mi parecer, es la primera que debemos tener para lograr cualquier cosa que queramos en nuestra vida.
Para facilitar la explicación siempre doy esta definición, porque me parece más fácil de entender: El PROTAGONISTA o RESPONSABLE es lo opuesto a la VÍCTIMA. Por eso, en esta entrega voy a escribir sobre las características de la víctima.
La víctima
La Real Academia Española define a la víctima como:
Persona o animal sacrificado o destinado al sacrificio.
Persona que padece daño por culpa ajena o por causa fortuita
Hacerse la víctima: quejarse excesivamente buscando la compasión de los demás.
La mejor metáfora que encuentro para reconocer una víctima de un protagonista es la que utiliza Freddy Kofman en el cuento de la oveja y el tigre.
Somos víctimas cada vez que no podemos hacer nada por cambiar la realidad existente. Declaramos nuestra inocencia ante esa realidad, le echamos la culpa a alguien o algo más y/o ponemos excusas de lo que no está ocurriendo y/o nos quejamos por ello.
«El me pegó primero…»
Aprendimos desde muy chiquitos que cometer un error tenía sus consecuencias. Si hacíamos algo que no estaba bien, alguien se enojaba, nos retaban, nos ponían en penitencia y dependiendo la gravedad del caso, hasta venía un castigo. Para evitar estos castigos, aprendimos a echarle la culpa a alguien más o a la vida misma.
– «¿Por qué le pegas a tu hermano?»
– «Él me pegó primero» (tu hermano el masoquista que le gusta que lo golpeen, por eso te golpea, para recibir tus golpes…)
– «La vida me fue llevando a este lugar.» (Las decisiones que NO tomaste te llevaron a este lugar)
– «La profesora me puso un 2.» (Seguramente estudiaste para un 2)
– «Mamá, el juguete se rompió!» (Si el juguete SE rompió es porque no quería vivir más con un dueño como vos)
Hoy en día, adultos grandulones, seguimos utilizando los mismos mecanismos de defensa para no ser los culpables.
– «Ramírez, ¿por qué llegó tarde?»
– «No fue mi culpa, el tráfico está terrible» (Vos llegaste tarde por no prever el tráfico)
– «Mi jefe me hace equivocarme» (Vos te equivocas, tu jefe solamente te presiona.)
– «Me hacés enojar» (El que se enoja sos vos, el otro quizás tenga actitudes o cosas que no te simpatizan)
No existe actitud que delate más a la víctima que echarle la culpa a los demás por algo que no podemos lograr. Cada vez que hacemos responsable a alguien más por lo que nos pasa, estamos poniéndonos en posición de víctima. Hay cosas que no podemos controlar y ante las cuales somos víctimas de circunstancias. Para la mayoría, sí podemos hacer algo. ¿De qué resultados estás echándole la culpa a los demás?
«Quejarse es humano, resolver el problema es de seres divinos»
Muchas veces creo que el deporte nacional no es el fútbol, sino la queja. Si existiera el mundial de la queja estaríamos disputando la final y no tendríamos un solo Messi, todos los jugadores serían Messi.
La queja muchas veces tiene efectos terapéuticos. Sirve como catarsis para descomprimir sentimientos que tenemos atorados. Pero una cosa es hacer catarsis y otra muy distinta es hacer de este ejercicio una filosofía de vida. Por lo tanto, es importante ser consciente de cuando una queja me llevará a algún lado o no.
La «crítica constructiva» es también una forma de queja. Nos termina alejando de la gente y no resuelve nada. Estamos acostumbrados a quejarnos de todo: la política, la economía, los directores técnicos, los árbitros de fútbol, los jefes, el personal que tenemos a cargo, los compañeros de trabajo, el clima, la lluvia, el sol, el calor, el frío, la humedad, el cansancio, el stress, el ritmo alocado en el que vivimos, los clientes, los proveedores, los intermediarios, los diarios, las revistas, los profesores, los compañeros de clase, los hermanos, los padres, los hijos, la juventud de hoy en día…. Si hay algo que marca que alguien llega a la madurez es la frase de «los jóvenes de hoy en día (son, no son, etc…)». Cada generación se ha quejado de la forma de ser y hacer de la generación siguiente con exactamente la misma frase.
Hay una frase que dice «si no sos parte de la solución, sos parte del problema». Cuando tenemos la misma queja sobre la misma situación muchas veces, cabe la pregunta: ¿Qué estamos haciendo para cambiarlo?
«ESQUEismo»… el arte de poner excusas
Soy una víctima cuando me quejo sin parar y esto no resuelve nada.
Soy víctima cuando pongo excusas por las cosas que no logro.
Cuando sufrimos ESQUEISMO existe una excusa para cada resultado que no estamos consiguiendo.
– ¿Por qué no puedo bajar de peso? -Es que me gustan mucho los chocolates.
– ¿Por qué no puedo hacer más ejercicio? -Es que es invierno y hace frío.
– ¿Por qué estás de mal humor? -Es que tengo mucho stress por el trabajo.
Si tenés que adoptar una postura en la vida, qué te gustaría ser más, la VÍCTIMA o el PROTAGONISTA/RESPONSABLE?
Así que ya sabés, si le echas la culpa a algo o alguien más, si tenés las mismas quejas todo el tiempo o si ponés excusas, puede ser que te estés poniendo el traje de oveja. Ser consciente de en qué momentos estás actuando como una VÍCTIMA es el primer paso para convertirte en un hacedor de resultados, un protagonista de la vida.