El tercer lunes de septiembre se celebra en Japón el “Keiro No Hi” (Día de respeto a los ancianos), una tradición para honrar a las personas mayores y mostrar a los jóvenes la importancia de la experiencia y sabiduría de todos ellos, que sirvieron muchos años a la sociedad para su progreso.
La celebración del Keiro no Hi tiene su origen en el año 1947, en Nomatani-mura (hoy Yachiyo, que forma parte de la ciudad Taka, en la Prefectura de Hyogo) donde se proclamó el festejo del día para respetar a los ancianos. Se extendió por todo Japón y en 1966 se declaró como fiesta nacional cada 15 de septiembre. En 2003 se cambió al tercer lunes de septiembre para ofrecer un fin de semana largo.
El respeto a los mayores proviene de la tradición confucionista y es probablemente un rasgo que diferencia a Japón de muchos países occidentales. La celebración se dirige también a los jóvenes para que vean a la vejez como algo importante: las personas mayores enseñan a través de su sabiduría y sus experiencias de muchos años vividos.
Es cada vez más común que en este fin de semana largo, las familias organicen un viaje para disfrutar junto a los familiares de edad avanzada. También los jóvenes suelen cocinar para ellos y entregarles regalos.
Después del terremoto y tsunami
Una de las preocupaciones en las ciudades afectadas por el terremoto y tsunami del 2011 en Japón, es el cuidado de las personas mayores. Muchos perdieron a sus familias y se han quedado solos. No pueden trabajar, ya que en su mayoría tienen poca movilidad o sufren de dolores físicos por la propia edad avanzada. En consecuencia, se quedan encerrados en las casas temporales y no quieren salir.
Realizando unas entrevistas en la ciudad de Rikuzentakata, en la Prefectura de Iwate, uno de los miembros de la organización SAVE TAKATA, que trabaja en la reconstrucción de la ciudad, comentó que esta situación es alarmante: mucha gente mayor no encuentra una razón para seguir adelante, sabe que va a pasar bastante tiempo para ver a su ciudad recuperada y teme no poder llegar a hacerlo.
Hay voluntarios en la ciudad que visitan a todas las familias, incluyendo a las personas mayores, pero estos últimos son los que menos hablan de la situación o de lo que sienten, y hace difícil a la ayuda psicológica. Las mujeres mayores se mantienen ocupadas haciendo manualidades o se reúnen para conversar. Los hombres mayores no suelen conversar como ellas, por eso en las ciudades afectadas se está trabajando para organizar actividades en las que puedan participar, motivando también a que salgan de las casas.
La población adulta de Japón crece cada año y su atención médica y cuidado en las familias es algo que no se debe abandonar. La vejez tendría que abrir las puertas a relajarse de las obligaciones sociales, de recibir respeto y atención de la familia y comunidad. Lamentablemente, esto no siempre se cumple. Por tradición, los padres quedan al cuidado del hijo mayor y su esposa, pero hoy, muchas familias se desligan de esa responsabilidad dejándolos a cargo en las residencias para ancianos.
Muchas personas mayores terminan en soledad u olvidados. Tendrían que ser tratados como iguales, sin importar los años, en vez de ser vistos como una molestia o una carga. Todos llegaremos en algún momento a la misma edad y ninguno va a querer ser visto de esa forma. Inculcar a los jóvenes sobre el respeto a los mayores es una de las cuestiones que se quiere lograr en el día festivo del Keiro no Hi.
La vejez retratada en el cine
Los adultos mayores merecerían un respeto por parte de su familia y la comunidad. Al tener experiencia y haber vivido más, sus palabras son sabias, enseñan, y lo que transmiten debería responderse con respeto y honra. Puede también suceder lo contrario y considerar a la vejez como una carga o hasta una molestia.
El envejecimiento, la experiencia de vida y las enseñanzas de los adultos mayores no escapan al cine japonés y se ve reflejada claramente en la obra de dos grandes directores. Uno de ellos es el famoso Akira Kurosawa, a través de su última película antes de fallecer, “Mādadayo” (“No, aún no”, 1993), y el otro es Yasujirō Ozu con “Tokyo Monogatari” (“Cuentos de Tokyo”, 1953), en la que se muestra una cara más triste del envejecimiento.
La sabiduría de un sensei
“Mādadayo” cuenta la historia del profesor Uchida que se jubila y sigue su vida como escritor. Sus alumnos lo estiman mucho y no dejan de visitarlo ni de llamarlo “sensei” y lo ayudarán en varias ocasiones, mostrando el respeto y la admiración que ellos le tienen.
Kurosawa describe la elocuencia y astucia de los años vividos del personaje a través de diversas situaciones. Incluso con bromas, Uchida siempre brinda sus enseñanzas a sus alumnos a quienes también respeta y aprecia. Él tiene tanto amor por la vida que quiere transmitirles ese mismo sentimiento, y en su respuesta, los antiguos estudiantes se esfuerzan para imitarlo.
La admiración, estima y veneración de los alumnos hacia su profesor es innegable. “No es grande porque es un gran profesor, sino porque es un gran hombre”, comenta uno de los alumnos. Cada año le celebran la fiesta de cumpleaños y como un ritual siempre le preguntan con humor si está listo para irse a la otra vida: “Mada kai?” (“¿todavía no?”), a lo que Uchida responde “Mada da yo” (“todavía no”).
El drama de ser anciano
En “Cuentos de Tokyo”, Yasujiro Ozu trata la conmovedora historia de una pareja de ancianos que llega a Tokyo para visitar a sus hijos y nietos después de varios años sin verse. Lamentablemente se encuentran con unos hijos indiferentes con su llegada. Entre los hermanos conversan para ver quién se encarga de “entretenerlos”, apurados para que retornaran a su hogar.
“Es la solución más barata”, le dice una de las hijas de la pareja a su hermano sobre la idea de llevarlos a un hotel con baños termales para no tener que cuidarlos. El matrimonio sonríe y se muestra contento con esa decisión, aunque no fuera cierto. Ellos mismos se sienten una carga y hasta ven la forma de no molestarlos pasando la noche por separado en otras casas antes de volver a su ciudad.
De todas formas se muestra cierto arrepentimiento por la indiferencia hacia los ancianos cuando ocurre un momento crítico, se dan cuenta que no tuvieron el respeto que deberían haber tenido.
No hay que olvidarse de ese valor tan importante hacia los mayores. “Así es la vida y no hay más remedio que aceptarla”, dice resignada la nuera que demostró más estima por ellos que los propios hijos, y es por eso que deja esa sensación amarga de que no hay que extender el tiempo para demostrar el respeto porque puede que después no haya oportunidad de demostrarlo.